
Autor: Mauro Marino Jiménez
Los objetivos institucionales se construyen por muchas razones: vocación, admiración, diálogo entre sus instancias internas y compromiso colectivo. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, estas razones se multiplican, se llenan de nuevas posibilidades y nos traen importantes hallazgos.
Cuando inicié la aventura de estudiar mi primera maestría en las aulas de la USIL, encontré cómo estas razones se sumaban y fortalecían a través de experiencias muy reales: el diálogo con los nuevos conocimientos; la camaradería entre docentes, coordinadores y directores de la universidad; y una íntima vocación pedagógica que se iba incrementando día a día, a través de nuevos logros y proyectos.
En estas aulas, con seres humanos de distintas especialidades, comprendí (como no lo había hecho antes), la sinergia que ocurre cuando profesiones, estilos de pensamiento y habilidades diversas pueden converger para hacernos partícipes de una fascinante batalla. Una lucha permanente para superar los límites de nuestra educación actual y otorgarle su valor como promotora de cambio, motor de desarrollo y visión de un futuro con mejores hombres y mujeres. Es, por todo ello, la mejor oportunidad para cultivar una actividad de inextinguible belleza.